miércoles, 2 de enero de 2013

20. SOLUCIONES.


No he podido evitarlo, ha sido una reacción completamente impropia en mí. La violencia nunca ha sido un compañero, hasta ahora. El constante estrés en el que vivo me hace cambiar. No tengo ni idea de si han sido por las lágrimas derramadas de mi madre, por los gritos de Carlos o por el simple hecho de que no le encuentre sentido a mi vivir. Se podría decir que es una mezcla de todos los sucesos mencionados.
El miedo, el cansancio, la impotencia y la ira. Aliados ahora, a los cuales he sucumbido por debilidad. Mis ansias por acabar con todo lo que me rodea, con los problemas, la sociedad. El mundo estúpido y enfermo en el que vivimos. Habla y serás condenado. Las verdades fluyen, pero nadie es capaz de alcanzarlas. Las mentiras emplean todo su poder para hacernos prisioneros de su lujuria. Pero estoy cansado de vivir bajo sus órdenes.
No sé en lo que estaba pensando, ha sido uno de esos momentos en los que el monstruo que habita en ti, sale a la luz. Cautivo, ha esperado hasta este mismo instante para dar la bienvenida. Por una parte no me arrepiento de mis actos, puesto que en un momento fue exactamente lo que quise, pero por otro lado, me asusto de mis propios gestos. Siempre he sido un chico tranquilo, calmado, o al menos hasta cierto punto. No es mi hermano el único que está cambiando, también estoy yo, aún sin estar bajo el efecto de las drogas, he cambiado. Para bien o para mal, es algo que nunca sabré con certeza.
– Óliver, ¿me oyes? – Poco a poco abro los ojos, los cuales permanecían cerrados, deseando alejarse del entorno. Tras conseguir recuperar la visión, me cercioro de que estoy tumbado en el suelo. Es mi hermano el que me pide una reacción y suspira aliviado al recibirla. – Menos mal.
Me pongo lentamente en pie con la ayuda de Hugo, el cual coloca una mano en mi espalda. Me anima con paciencia, alentándome de que debería tranquilizarme, pero estoy más intranquilo que antes. De repente veo lo que ha sucedido. Lo que he provocado, más bien. Veo cómo gotas de sangre resbalan por la barbilla de Carlos hasta caer al suelo de madera. Con el gesto encogido, aprieta las manos contra su nariz herida. Herida por mí.
En cuanto he escuchado la amenaza proveniente de los labios de Carlos, he perdido el completo control y he descargado toda mi tensión en un puñetazo. Le di de lleno en la nariz, y en cuanto eso sucedió, me desmayé. No me salen las palabras, no sé cómo pedirle perdón. Por mi culpa está intentando aguantar las lágrimas. Mi madre le abraza por la espalda, regalándole palabras tranquilas que le ayuden a calmarse. Mudo ante los hechos, doy un traspiés que de poco me hace caer al suelo de nuevo, pero mi hermano se encarga de que eso no sea así.
– Ca... Carlos... – Musito intentando rehuir su mirada contraída. – , lo siento mucho, no... no he sido consciente de mis actos.
No recibo respuesta, hasta que me hace un gesto negativo con la mano, indicándome que no puede pronunciar palabra. Aquello me rompe el corazón. Mi madre va a corriendo a la cocina para volver con una bolsa de hielo entre las manos. Se la ofrece a Carlos, que la acepta sin rechistar y se la sitúa bajo la nariz. Emite un pequeño gemido de dolor, pero al final consigue cortar la hemorragia. Hugo va en busca de un trozo de papel, para deshacerse de las manchas que recorren su mejilla y labios. Cuando termina de curarse, me dedica un pequeño discurso comprensivo.
– Óliver, sé que lo estás pasando mal con toda esta situación. – Me explica como si no hubiera recibido ningún puñetazo. – Sé que no quieres que tu hermano vaya a un centro médico, pero lo necesita. No conozco el grado de su... problema, pero pequeños o grandes, a los problemas siempre hay que darles importancia. Para estar seguros de que vuelve a estar tan normal como antes, debemos ingresarle. – Continúa con el gesto aparentemente apenado, realmente no le gusta la idea ni a él, pero lo ve necesario. – Mira, mi padre era alcohólico y constante consumidor de sustancias extrañas. Él siempre decía que no le pasaría nada, que tampoco era para tanto. Mi madre cayó en depresión, y yo lloraba todas las noches. Mi padre murió al cabo de un año. – Añade para concluir.
Tras escuchar la confesión de Carlos, toda la maldad que veía en él, desaparece por completo. Sufrir de esa manera por un ser querido, el cual es preso de un mundo imaginario, debe ser horrible. La familia lo pasa peor que el enfermo, ya que son ellos los que tienen que ver cómo aquella persona tan feliz y llena de vitalidad, muere poco a poco. Me compadezco de la vida de Carlos, la cual debe de haber sido muy dura. Suele ser muy reservado, y nunca antes nos había hablado de su familia. En cuanto alguien sacaba el tema, él se callaba completamente.
Se pone en pie tambaleándose levemente, mi madre le ofrece su mano, pero este la rechaza. Carlos me pone una mano en el hombro, gesticulando una pequeña sonrisa que solamente yo puedo apreciar, con este gesto me regala su perdón. Los tes presentes vemos cómo Carlos se encierra en el baño.
– Mamá, te prometo que ha sido sin querer. – Le explico rápidamente en cuanto Carlos cierra de un suave portazo.
– Óliver, te ha perdonado, pero entiéndele. – Me suplica.
De pronto recuerdo la reacción de mi madre al conocer los pensamientos de Carlos. Gritaba que no metería a su hijo en un lugar como ese, e incluso le pegó un puñetazo a la pared. Al escuchar sus recientes palabras, soy consciente de que ella tampoco era poseedora de la información sobre su pasado junto a sus padres.
Y ahora es cuando se me viene a la cabeza de que no lo conocemos todo. Creemos saber absolutamente todo de algunas personas, pero realmente nunca es así. La verdad es que ni nos conocemos a nosotros mismos. Yo me creía completamente incapaz de pegarle algún día a Carlos, y ahora todavía me duelen los nudillos del impacto ejercido. ¿Cuántas mentiras nos habremos creado nosotros mismos? Siempre creí que mi hermano era más inteligente de lo que aparentaba, o que mi madre era más fuerte. Pero él ha demostrado ser bastante estúpido, y ella que es débil. Lo desconocido abunda, los secretos que puede guardar una persona son incontables, devastadores. La incertidumbre de no conocer la completa verdad nos debería conducir a la locura, pero parece no ser así. ¿Estaremos inconscientemente preparados para ello?
– Mamá, ¿adónde me vais a llevar? – Pregunta Hugo, ligeramente entristecido.
– No tengo ni idea cielo – le confiesa mi madre dejando escapar un largo y pesado suspiro – , pero haremos lo mejor para ti. Y por favor, intenta alejarte de ese tipo que no te causa más que problemas.
Mi hermano asiente enérgicamente sin pronunciar palabra. Mi madre se pone en pie y camina hasta la cocina para a continuación encerrarse en ella. No me había dado cuenta del hambre que tenía, también estoy bastante cansado, han sido demasiadas emociones por el momento, no estaba tan preparado como creía. Y al mirar a Hugo, veo que él tampoco.
– Gracias por todo, en serio. – Me agradece mi hermano.

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