domingo, 28 de octubre de 2012

1. NÚMEROS.


– ¡Despierta, enano! – No necesito abrir los ojos para saber que se trata de Hugo, mi hermano mayor.
Noto cómo alguien agarra la sábana con maldad, y la estira con malas intenciones. Me coloco en posición fetal para conservar el calor que las sábanas me regalaban anteriormente. Con la misma maldad, sube la persiana. El tiro le ha salido mal, puesto que a estas horas, todavía es de noche y la luz es un desconocido para este nuevo día. No es ningún inconveniente para mi hermano, que comienza a dar aplausos cual espectador de programa de televisión, como si en ello consistiera su vida. Tras un interminable minuto, desaparece tras la puerta. La paz inunda de nuevo mi cuarto.
Todavía sobre la cama, extiendo mis extremidades para estirarlas. Cuando consigo tocar el cabezal con las manos y mi tronco cruje, vuelvo a mi estado normal. Sí, el vegetativo. Escucho cómo mi madre grita mi nombre. Normalmente es ella la que viene hasta mi cuarto para hacerme saltar de la cama, se ve que Hugo ha decidido vengarse tras tantos años de tormentos. Cuando era más pequeño, y todavía iba al colegio, los sábados corría hasta su cuarto para subirle la persiana, puesto que él se levantaba al mediodía, y yo a las nueve ya estaba más feliz que una perdiz. Ahora que soy yo el que se levanta más tarde, las cosas han cambiado.
Después de diez minutos de reloj, los cuales se pasan volando, decido ponerme en pie. Me tambaleo levemente hasta conseguir un equilibrio, y camino arrastrando los pies desnudos por el frío suelo hasta llegar a la puerta, que es donde me apoyo con el brazo derecho sobre el marco de esta. Cierro la puerta, puesto que detrás de ella se encuentra un espejo en el cual me reflejo. Suelto un largo suspiro de resignación y abandono mi estrecho cuarto para salir al pasillo desierto.
Tengo la suerte de que mi habitación se sitúe justo enfrente del baño. Me viene más a mano. Digamos que soy un chico vago. El más vago. Enciendo la luz amarillenta que rebota por las paredes e impacta contra mis ojos los cuales me veo obligado a entrecerrar. Aguardo un par de segundos hasta que me acostumbro y me acerco hasta el retrete donde hago mis necesidades. No hace falta entrar en detalles. En cuanto termino me pongo frente al espejo y agito la cabeza con fuerza para 'peinarme'. Aunque no es el término adecuado, puesto que el proceso que ejecuto está falto de utensilios. Para variar, agarro el peine más cercano y me cepillo hacia los lados la corta melena castaña. Hace dos años que decidí dejarme el pelo más largo. He tenido más éxito con este cambio.
Me quedo engatusado observando mi reflejo en el espejo. En él se ve a un chico alto. Normal, puesto que tengo ya mis 17 años. Veo a un chico seguro de sí mismo, un chico apasionado, un chico que enamora con su mirada. Tengo fama por mis característicos ojos azules, eso suma puntos. Me doy un par de palmadas en el abdomen desnudo y salgo del cuarto de baño, no sin antes lavarme la cara y deshacerme de aquellas legañas que profanaban mi buena vista. Apago la luz sin mirar atrás y vuelvo a mi refugio. Me acerco hasta el armario empotrado del cual saco lo primero que pillo. Lo bueno de dormir en ropa interior, es que luego no te tienes que desnudar. Me pongo unos vaqueros negros y una camiseta blanca en la cual hay dibujadas tres tablas de skate. Últimamente se han puesto de moda los skaters. Esa clase de cosas me revientan, llevo practicando skate desde que tenía trece años, y siempre se han reído de mí. No aguanto a esos chulos con gafas de pasta que se hacen fotos junto a una tabla a la cual jamás le habrán puesto un pie encima.
Mi paciencia es prácticamente inexistente, aunque pueda aguantar algunas cosas, siempre habrá algo que me supere. También soy posesivo, lo que es mío, me pertenece. Mis amigos me tachan de quejica, puesto que no hay día que no le eche ascos a algo. Tengo la mala costumbre de criticar todo aquello que veo, no solamente hago críticas destructivas, también constructivas.
Realmente, esa es una faceta que he creado a lo largo de los años, aunque realmente yo no soy así. Soy aquel chico al que le hacen gracia los chistes malos. Soy aquel chico que no deja de sonreír. Soy aquel chico que siempre intenta animar a los demás. Soy aquel chico que dejé atrás. Por culpa de la situación en la que me encuentro, me veo obligado a actuar de determinadas maneras. Cada vez es más confuso, cada vez soy una persona diferente hasta que llego al punto de que ni siquiera sé quién soy. Es desconcertante, pero soy partícipe de este pequeño mundo de locura. He acabado con aquel Óliver soñador, amante de los deportes y aficionado a la música. Ya ni siquiera toco la guitarra, mi gran amiga durante todas aquellas largas tardes de verano. Me he vuelto frío, duro. Me he convertido en esa clase de persona que siempre odié.
Me pongo una zapatillas cualquiera y salgo de mi cuarto. Camino lentamente por el largo y estrecho pasillo hasta llegar a la viva y alegre cocina donde me encuentro a Hugo, mi madre, y su novio. Mis padres se divorciaron cuando yo solamente tenía seis años. Fue hace cinco años cuando mi madre decidió contarme la completa y verdadera historia. Mi padre la engañaba con otra mujer. Una mujer más joven. Siempre quedaban por las noches, e incluso se fueron de viaje de novios. Mi padre se lo ocultó como pudo, pero las mentiras tienen las patas muy cortas, y por un despiste, mi madre se enteró. Sin gritos, ni peleas, ni nada, le pidió el divorcio. Él aceptó sin rechistar, puesto que no tenía nada que espetarle. En cuanto conocí la historia, sentí ganas de salir y darle un puñetazo en la cara a mi padre. Ni siquiera sigue con esa mujer, Paola. Ahora vive solo, con un perro, en un piso mugriento, el cual me niego a visitar. Mi madre ahora es feliz con Carlos. Se casaron hace un año y jamás la he visto tan feliz. Se comportan como una pareja de adolescentes, y por muy mal que me cayese en aquel entonces Carlos, es un buen tipo y quiere a mi madre.
– Queda un poco de leche en la nevera, sírvete. – Me indica mi madre que sujeta su taza de café con leche entre las manos.
Me acerco hasta llegar a la puerta de la nevera y la abro para dar paso a un mar de alimentos. Ayer hicieron la compra. Cuando salen a comprar, compran para dos semanas, por lo menos. En cuanto diviso el cartón de leche entre las lejas que cuelgan de la puerta, lo agarro y del armario saco una taza lisa de color rojo. La lleno hasta arriba y de la despensa saco el Cola Cao, hecho dos cucharadas y lo remuevo hasta conseguir el punto ideal. Me siento en mi sitio habitual y observo cómo charlan alegremente sobre temas triviales de la vida. Nada importante que me interese. Nada importante, hasta que mi hermano abre la boca.
– ¿Qué tal con la número 99?

2 comentarios:

  1. DIOOOOOOS CONTINUALA OABMJWNKTH Oliver tiene que ser guapisimo y buenorro *OOOO* Quien sera esa chica desconocida? asdfjkaopeklgm quiero saberlo y por eso quiero el siguente! *____* Te quieeeeeero *-*<3 Intuyo que esta novela sera perfecta como susurros .Todo lo que haces tu es perfecto *-*<3

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    1. Es super guapísimo y super güenorro JAJAJAJAJAJAJAJAJA Creo que lo de Susurros... jamásse volverá a repetir xD <3

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